La frustración en el deporte
La
frustración es una displacentera sensación de desasosiego e
incomodidad que aparece cuando no logramos algo que nos habíamos propuesto y
en lo que habíamos puesto muchas esperanzas y expectativas. Las experiencias
de frustración tienen lugar de manera muy frecuente en la vida cotidiana, o
sea forman parte del acervo emocional más natural del ser humano, el problema
está cuando somos presa de esta emoción y nos quedamos rumiando una y otra
vez la experiencia frustrante y no logramos salir de ella. Esto tiene
consecuencias negativas pues bloquea las posibilidades de acción eficiente de
los sujetos en el resto de las tareas. En este sentido las diferencias
individuales tienen su peso.
Hay
personas que poseen una baja tolerancia al error y por tanto les cuesta
trabajo lidiar con eventos relacionados con un resultado personal adverso. Por
lo general estos individuos fueron niños sobreprotegidos, que no aprendieron
a resolver sus problemas por sí mismos. Como consecuencia, de adultos,
resultan ser extremadamente sensibles, vulnerables, con temor a las
evaluaciones y sobre todo al fracaso en público.
En
el otro extremo se ubican aquellas personas sobre-exigidas que no transigen
con lo mal hecho, son en extremo perfeccionistas y necesitan hacerlo todo sin
cometer el mínimo error. Estos individuos suelen poseer la virtud de trabajar
duro y perseverar en el logro de sus metas. Sin embargo, ante el mínimo
fracaso se derrumban a consecuencia de sus elevadas expectativas,
característica que se instauran también desde los primeros años de vida.
Las palabras de Álvarez Iguña (2011, párrafo 3) redondean esta idea. “En
la primera infancia es importante que los deseos del niño se satisfagan de
inmediato, que la madre cumpla con la acción específica de brindar una
sensación de seguridad y estabilidad, ya que es elemental para su desarrollo
posterior emocional. A medida que el niño va creciendo, se va dando cuenta de
que no siempre se puede tener lo que se desea de inmediato y va aprendiendo a
tolerar, a esperar, a aceptar cierta molestia o demora en la obtención de lo
que se quiere. Es decir, va aprendiendo a tolerar la frustración, la
tardanza en lo deseado, a saber esperar, a soportar las vicisitudes del
ambiente y a aprender a satisfacer sus deseos y necesidades por él mismo en
vez de esperar pasivamente que otros lo hagan por él. Para
ello, no se debe caer ni en la sobreprotección ni en la sobre-exigencia. De
esta manera, se van instaurando internamente las normas, los límites que nos
van marcando lo que se puede y lo que no se debe y las normas morales de
tolerancia mutua. Luego de adultos, actuaremos de acuerdo a cómo hemos sido
programados, otorgando nuestra interpretación a los hechos y sus correlativas
emociones, éxitos y fracasos”.
En
la esfera del deporte el fenómeno de la frustración suele producirse cuando
las ejecuciones que realiza un deportista quedan por debajo de lo esperado o
cuando este no alcanza los resultados deportivos a los que aspiraba.
Reconocemos, no obstante, que existen muchas otras circunstancias que en este
ámbito pueden resultar parcial o totalmente frustrantes. Lo cierto es que la
frustración, según se ha demostrado mediante investigaciones como las de
Goschek (1983 Citado por González, 2004), constituye un estímulo de
carácter negativo que puede ser vivenciado por los deportistas como carga
psíquica. Por tanto en el deporte lo que más anhelan los practicantes es el
sabor de la victoria, incluso se dan casos en los que se preocupan por evitar
la derrota o la frustración a toda costa.
En
el deporte la derrota puede ser vivenciada como frustración de acuerdo a los
objetivos o metas que el deportista se propone, así por ejemplo la
orientación al logro de una meta auto-referenciada de superación de las
propias capacidades no se refieren necesariamente a ganar la competencia sino
a la auto-superación. Incluso algunos autores piensan que el fracaso se puede
convertir en un motivo para la búsqueda de la maestría y el éxito. El hecho
de mejorar una marca o una destreza basta para convertir la derrota en
victoria.
Las
situaciones de frustración en el deporte pueden clasificarse, de acuerdo al
tipo de meta malograda, que puede ser parcial (incumplimiento de una
sub-meta perteneciente a otra más amplia), relativas a acciones imperfectas o
de poca calidad que pueden llegar o no a comprometer el resultado final en la
actividad y se caracterizan por su corta duración, o general que
constituiría el objetivo final o la meta más amplia que se pretende
alcanzar. En este caso la frustración tiene un nivel de alcance superior, es
capaz de implicar incluso la percepción de calidad deportiva del sujeto, así
como sus cualidades más intrínsecas, tales como su temple como deportista,
pudiendo llegar a comprometer su auto-concepto y su permanencia en el deporte.
En
consecuencia la amplitud temporal de la frustración y su efecto en el
individuo son variados, dependiendo, además del grado de significación que
tenga para ese individuo la necesidad en cuestión y el grado de desarrollo de
su personalidad.
Cada
sujeto posee un umbral específico de tolerancia a este fenómeno, así como
un estilo frecuente de enfrentamiento al mismo. Cuando la significación de la
frustración rebasa este umbral se producen reacciones emocionales que pueden
comprometer la organización de la conducta, en dependencia de la eficiencia
de las estrategias de enfrentamiento que el individuo movilice. Cuando las
estrategias o los estilos de enfrentamiento a la frustración son efectivas el
sujeto puede regular las reacciones emocionales negativas de este estado y
disponerse debidamente para el resto de las acciones deportivas
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