Caminata Continua versus Caminata Intervalada

Caminata Continua versus Caminata Intervalada

La obesidad es una cuestión pandémica y se ha informado que afecta al menos a 400 millones de adultos en todo el mundo, se predice que para el año 2015 esta cifra ascenderá aproximadamente a 700 millones (Organización Mundial de la Salud, 2005). Un aspecto fundamental es que la obesidad está asociada con numerosas comorbilidades tales como la hipertensión, la diabetes y la hipercolesterolemia, que pueden resultar en una morbilidad cardiovascular o en la mortalidad (Stein y Colditz, 2004).

Mientras que la restricción calórica es una estrategia común que se utiliza para perder peso, se ha demostrado que la combinación de restricción calórica y ejercitación es una intervención no quirúrgica más efectiva (Curioni y Lourenco, 2005). Esta combinación ha demostrado que reduce la pérdida de la masa libre de grasa (Marks et al., 1995), promueve la pérdida de grasa (King et al., 2001), mantiene o reduce al máximo un descenso del índice metabólico en descanso (RMR: Lennon et al., 1985), reduce los depósitos de tejido adiposo visceral (Ross, 1997) y mejora los lípidos sanguíneos (Dattilo y Kris Etherton, 1992). En gran medida, el ejercicio puede mejorar la aptitud física aeróbica, que puede reducir directamente el riesgo de sufrir comorbilidades asociadas con la obesidad (Mann, 1974). El régimen de ejercicios que en general emplean las poblaciones obesas incluyen ejercicios aeróbicos continuos realizados a una intensidad que va de constantemente baja a moderada (Jacobsen et al., 2003). Sin embargo, este modo de realizar ejercicios puede no ser la modalidad más efectiva para perder peso o mejorar la salud. Los ejercicios de alta intensidad queman más calorías en comparación con los ejercicios de intensidad más baja durante el mismo período de tiempo y también pueden dar como resultado un mayor gasto de energía y oxidación de grasas posteriores al ejercicio (Kaminsky y Whaley, 1993; King, et al., 2002; Tremblay et al., 1994). Además, O’Donovan et al. (2005) reportaron mayores mejoras en el colesterol total, las lipoproteínas de baja densidad (LDL-C) y las lipoproteínas de alta densidad (HDL-C) después de 24 semanas de ejercitación de alta intensidad (80% del VO2pico), en comparación con la ejercitación de intensidad moderada (60% del VO2pico). No obstante, la ejercitación continua de alta intensidad coloca una carga fisiológica mayor en el sistema cardiovascular, y a los individuos obesos y sedentarios puede resultarles difícil de realizar. Esta conjetura está respaldada por Jakicic et al. (2004) y Ballor et al. (1990), quienes reportaron la necesidad de que los participantes obesos dividan sus sesiones de ejercicios en secuencias de series más cortas debido a su incapacidad para realizar una única sesión continua de ejercicios de intensidad de moderada a alta.

 
Es relevante que el entrenamiento por intervalos incluye series de ejercicios de alta intensidad intercalados con períodos de descanso o ejercicios de menor intensidad que permiten la recuperación parcial (McArdle et al., 2001). La intensidad y la duración de las series por intervalos pueden modificarse para que concuerden con el nivel de aptitud física del individuo, haciendo así que esta forma de entrenamiento sea una opción apropiada para la mayoría de los individuos.

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